¡Vaya panorama!

viernes, 6 de enero de 2012


Estamos a comienzos del siglo XXI y tanto las cosas como las personas estamos sometidos por igual al  apremio de la máxima rapidez, estamos pasando por un mundo donde el grande se come al pequeño y donde la rapidez se come a los lentos. En estos últimos tiempos todo es una carrera contra reloj. Esta rapidez y esta obsesión del capitalismo industrial o financiero, tanto monta, por hacerlo todo más rápido nos ha llevado a esta espantosa situación global, sin visos de cómo salirse de ella.
 
Ya en 1.982 Larry Dossey, médico estadounidense acuñó en aquella fecha el término “enfermedad del tiempo” para denunciar la creencia obsesiva de que el tiempo se aleja y el capitalismo se deshumaniza, y piensa que se debe pedalear más rápido para mantener el ritmo, sobre todo en los bienes de consumo en donde nos engullimos y a la vez somos partícipes del culto a la velocidad.

No dudamos en que este capitalismo global, generó una riqueza extraordinaria, muchas veces al coste de devorar recursos naturales con los que la Madre Naturaleza es capaz de remplazarlos. Este capitalismo voraz, fue demasiado rápido, incluso para su propio bien, pues la urgencia por terminar “dejó poco tiempo para el control de calidad”. Si analizamos bien, empezaron por la cultura del trabajo, después por la cultura de la velocidad y del consumo y ahora por la cultura del agotamiento mental y económico.

La ética del trabajo se ha desmadrado. En fin, que cuando las cosas suceden con tanta rapidez nadie puede estar seguro de nada, ni siquiera de sí mismo. Es posible que los actuales niños sean quienes más padezcan esta “orgía de la aceleración”. Hoy viven con adultos muy atrapados sin tiempo para la actividad propia de su infancia: ir por ahí con los amigos, jugar y soñar… ¡vaya panorama que les dejamos!

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Sobre este blog

"Soy humano; nada humano me es ajeno". Terencio

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".
Martin Niemoller

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