El presidente del Gobierno engaña a los pensionistas.

lunes, 27 de febrero de 2012

Fíjate, amigo Sancho, como el presidente Rajoy del partido PP engaña, no solo al pueblo, sino también a los pensionistas españoles; y Sancho, los pensionistas se sienten engañados y estafados, primero, por la congelación de las pensiones del PSOE y ahora por la subida del 1%, que como dice uno de tantos pensionistas, le subieron 16,19 euros al mes y al mes siguiente le rebajaron 21,46 euros.

No sé si te acordarás Sancho, cuando se acordó la congelación quejarse del partido socialista y ahora preguntamos: ¿se quejaran estos de la estafa hecha por el partido popular? ¿Hablaran “mal de Rajoy” como lo hicieron de ZP?

Sancho: la calidad de vida de los pensionistas ha bajado considerablemente, y cuando el PP presente los Presupuestos Generales del Estado, no te cuento lo que quedará de la pensión: el nuevo hachazo que recibirán ni te lo imaginas, mientras ellos, se subirán los sueldos, las dietas y los gastos de viaje y no se molestarán en nada contra los que más tienen.

Esto Sancho, en mi tierra se llama, engaño y estafa, precisamente cuando el Papa nos invita a la penitencia (le parecerá poca), a la humildad (ante la pobreza que se nos avecina), a tener en cuenta nuestra condición social (la de ser pobre eternamente), rogando a todos a no decaer en la desesperación (¿será posible?) y acogerse cada uno a la increíble cercanía de Dios, que más allá de la muerte, nos abrirá la puerta de la resurrección, cuando los pensionistas lo que quieren de verdad es que las pensiones se abran un poco más en la tierra que es donde viven en cuerpo y alma.

¡Manda carajo! Sancho: El Papa nos incorpora al cultivo de la oración, del ayuno ¿le parecerá poco el sufrimiento?, de la limosna (si se lo han llevado todo ellos), y de la caridad, pero como hacerla ¿si nos han dejado, como diría un andaluz, sin ná?

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"Soy humano; nada humano me es ajeno". Terencio

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
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Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".
Martin Niemoller

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