Encantado, amigo de conocerle.

domingo, 18 de diciembre de 2011


Digo esto porque después de setenta y cinco años y alguno más, se le ocurren cosas raras como preguntarse si se saludan y se besuquea la gente antes y ahora, porque a diario observo en la calle, como una persona  acerca su cara a otra, de modo que tú también acercas la tuya y la besas en la mejilla, y cuando a uno se le ocurre darle otro beso más, observas como esta aparta la cara quedando congelado el beso que pensabas darle. Bueno: Viene esto a cuento después de haberme enterado que a diferencia nuestra, lo que aquí es natural, en los EE.UU. es darse un solo beso; al menos era en mis años mozos; ahora bien puede que las costumbres hayan cambiado y las fronteras culturales sean más permeables. En los EE.UU. un beso, en Francia, por ejemplo, son dos: uno en cada mejilla, aunque al final dicen ser tres. Tomen nota de ello, porque, unas veces, son uno, dos y hasta tres besos. Depende de cada caso.

Los estudiosos del caso, saben muy bien en qué lugar de Francia estás por el número de besos que te dan, pero siguiendo con la curiosidad de los besos, en Holanda te dan como mínimo tres y en Escandinavia uno solo. En cambio, en Serbia, el número debe ser impar, porque si no trae mala fuerte, excepto en los funerales que tienen que ser par ¡lo entienden!

Existe un libro por ahí de Peter Collett que explica muy bien que, en Inglaterra, nación muy besucona, durante los siglos XV al XVII como gesto de bienvenida. Existía también, la convención que permitía a los hombres tocar los pechos de una mujer durante el recibimiento siempre y cuando el hombre y la mujer fuesen parientes y ella joven y soltera; ahora bien, con la llegada de la Restauración en 1.660  el toqueteo desapareció para siempre y el besuqueo se redujo. Moraleja: desconfía siempre de los tópicos.

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Sobre este blog

"Soy humano; nada humano me es ajeno". Terencio

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".
Martin Niemoller

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